En el colegio teníamos dos campos de fútbol, uno malo de tierra dura con baches y otro «bueno» de hierba tipo «de monte sin cuidar» y con tierra dura y baches en la zona de las porterías. Así y todo, un sueño para cualquier niño que le gustara jugar a fútbol en un campo como «los de verdad».
Yo soy zurdo y siempre me ha gustado jugar por la banda izquierda desde atrás, «carrilero» entonces.
Las bandas del campo estaban llenas de cardos y no hubiera sido un problema si no fuera porque Vicente nos invitaba a jugar descalzos para estar más en contacto directo con la naturaleza, y claro, con ese argumento tan de peso para mi, yo iba descalzo.
Las condiciones en las que se jugaba el partido no eran las normales, por lo que ya no sólo eran importantes tus habilidades futbolísticas, también lo era reconocer el sitio del campo donde podías jugar y tratar de nos pasar por aquellas zonas donde te ibas a pinchar.
El campo ya no era rectangular, los que mejor jugaban, jugaban un poco peor y la pasaban antes y los que peor jugaban seguían jugando mal pero se notaba menos entre risas y gritos.
Otra de las mentiras de Vicente es que si pisabas con fuerza un cardo no te pinchabas.